27.9.07

Actitudes Aiki. - El Respeto -

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El respeto comienza en la propia persona. El estado original del respeto está basado en el reconocimiento del propio ser como una entidad única, una fuerza vital interior, un ser espiritual, un alma. La conciencia elevada de saber “quién soy” surge desde un espacio auténtico de valor puro. Con esta perspectiva, hay fe en el propio ser así como entereza e integridad en el interior. Con la comprensión del propio ser se experimenta el verdadero autorrespeto.
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Fuente de conflicto
El conflicto se inicia cuando falta el reconocimiento de la propia naturaleza original y la del otro. Como resultado, las influencias negativas externas dominan completamente el respeto. Estabilizarse en el estado elevado del propio ser asegura auténtico respeto por y de los demás debido a que se actúa con la conciencia de que todo ser humano tiene un valor innato, que es puro y virtuoso. Esta forma de pensar garantiza la victoria final, porque la interacción sobre esta base asegura que surja la bondad inherente del propio ser y de los demás.La causa de todas las debilidades se origina en la ausencia de autorrespeto.

La persona se llena de diferentes deseos o expectativas, exigiendo consideración o respeto de los demás. La persona, al hacerse dependiente de fuerzas externas en lugar de sus poderes internos, mide el respeto mediante los factores físicos y materiales, tales como la casta, el color, la raza, la religión, el sexo, la nacionalidad, el estatus y la popularidad. Cuanto más se mide el respeto sobre la base de algo externo, mayor es el deseo de que los demás tengan un reconocimiento hacia mí. Cuanto mayor es ese deseo, más se es víctima del mismo y se pierde el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. Si las personas renunciaran al deseo de recibir consideración de los demás y se estabilizaran en el estado elevado de autorrespeto, la consideración y el respeto los seguiría como una sombra.
El desafío es desarrollar el valor del respeto en el propio ser y darle una expresión práctica en la vida diaria. Aparecerán obstáculos para probar la solidez del respeto y, con frecuencia, se sentirán en los momentos de más vulnerabilidad. Es necesaria la confianza en uno mismo para tratar con las circunstancias con seguridad, de manera optimista, esperanzadora. En las situaciones en las que parece que todos los apoyos se han desvanecido, lo que permanece fiel es el nivel en que se ha podido confiar internamente en el propio ser.
Ambiente de respeto

El poder de discernir crea un ambiente de respeto, en el que se presta atención a la calidad de las intenciones, actitudes, conductas, pensamientos, palabras y acciones. En la medida que exista el poder de la humildad en el respeto hacia el propio ser —y el discernimiento y la sabiduría que permiten ser justo e imparcial con los demás— habrá éxito en la forma de valorar la individualidad, apreciar la diversidad y tomar en consideración la tarea en su totalidad. El equilibrio entre la humildad y el autorrespeto da como resultado el servicio altruista, una actuación honrosa desprovista de actitudes débiles tales como la arrogancia y la estrechez mental. La arrogancia daña o destruye la autenticidad de los demás y viola sus derechos fundamentales. Un temperamento así perjudica también al transgresor. Por ejemplo, la tendencia a impresionar, dominar, o limitar la libertad de los demás se manifiesta con el propósito de imponerse en detrimento del valor interno, de la dignidad y la paz mental. El respeto original se subordina a uno artificial.

Por tanto, pretender ganar respeto sin permanecer consciente del propio valor original se convierte en el método mismo para perderlo. Conocer el valor propio y honrar el de los demás es la auténtica manera de ganar respeto. Puesto que tal principio tiene su origen en ese espacio prístino de valor puro, los demás sienten intuitivamente, la autenticidad y la sinceridad. En la visión y la actitud de igualdad existe una espiritualidad compartida. Compartir crea un sentimiento de pertenecer, un sentimiento de familia.Ese sentido de honor y de valor puede extenderse a la naturaleza. La falta de respeto y trabajar en contra de las leyes de la naturaleza ocasionan un desequilibrio ecológico y desastres naturales. Cuando el respeto y la reverencia se extiendan a la energía eterna de la materia, los elementos servirán a la humanidad con precisión y abundancia.Respeto es el reconocimiento del valor inherente y de los derechos innatos de los individuos y de la sociedad. Estos deben ser reconocidos como el foco central para lograr que las personas se comprometan con un propósito más elevado en la vida. El respeto y el reconocimiento internacionales por los derechos intelectuales y las ideas originales deben observarse sin discriminación. La grandeza de la vida está presente en cada uno, por lo que todo ser humano tiene el derecho a la alegría de vivir con respeto y dignidad.

Extraido de "Valores para vivir"
Programa Educativo Internacional

18.9.07

.:El Zen y el Kendo:.


Todos sabemos el vínculo que existe entre el Kendo y el Zen, en estas palabras de Kodo Sawaki, publicadas en la autobiografía de Taisen Deshimaru, introductor del Zen en Europa y practicante de Kendo, podemos comprobarlo:

La escuela Unkoryu (una de las escuelas de artes marciales más antigua del Japón), tiene como primer precepto el deshacerse de todo egoismo. Aquel en el que la intención de matar a su adversario está aun presente, deberá el mismo perder la vida.La meta del combate tal y como lo enseña la escuela Unkoryu es tocar al adversario sin pensar en si mismo. Durante todo el tiempo del combate, los dos adversarios deben abandonar toda preocupación vulgar, todo artificio, toda astucia y no temer a la muerte. El Zuijunsho expresa con concisión la esencia misma de esta afirmación: “El adepto a las artes marciales debe llegar al no-pensamiento, al no-deseo, a la no-esperanza, al no-apego, a la no-relajación; debe estar preparado a lanzarse como el viento, ser tan inmóvil como él. Hay que ser libre como el aire que se desplaza a través del cielo y de la tierra, y puede alcanzar no importa que rincón del universo”.Es indispensable preservar con determinación en la meta que se ha fijado inicialmente. ¡Si un hombre no es capaz de alcanzar el paraíso, al menos que acepte el infierno!.

Extraido del cuaderno de notas del Maestro Kodo Sawaki.Publicado en: Autobiografía de un monje Zen, por Taisen Deshimaru.
Editorial Luis Cárcamo.

17.9.07

Actitudes Aiki. - La Unión-


La unidad es armonía entre las personas de un grupo. La unidad se mantiene al concentrar energía y dirigir el pensamiento, al aceptar y apreciar el valor de la rica indumentaria de los participantes y la contribución única que cada uno puede hacer y al permanecer leal no sólo el uno al otro sino también a la tarea.

La unidad se construye a partir de una visión compartida, una esperanza anhelada, un fin altruista o una causa para el bien común. La unidad da sustento, fuerza y valor para hacer que lo imposible se haga posible. Junto con la determinación y el compromiso, la unidad hace que la tarea más difícil parezca fácil.

La estabilidad de la unidad proviene del espíritu de igualdad e identidad, de los valores nobles personificados en los principios universales fundamentales. La grandeza de la unidad es que se respeta a todos. La unidad crea la experiencia de cooperación, aumenta el fervor y el entusiasmo por la tarea y hace que el ambiente sea poderoso y facilitador.

En Armonía

Una reunión carece de unidad mientras no haya armonía dentro del propio ser y entre las personas del grupo. Así como un músico necesita ensayar a solas con su instrumento antes de formar parte de una orquesta sinfónica, la persona necesita soledad para estar en contacto con su capacidad, su potencial y su especialidad antes de unirse al grupo. Para que haya eficiencia individual, se necesita que haya claridad y limpieza en las motivaciones e intenciones. Mirar hacia el interior ayuda a armonizar pensamientos, palabras y acciones. La persona puede entonces adaptarse según sea necesario. Esta integración personal mantiene al individuo “sintonizado”.

La orquesta crea consonancias de sonido gracias a la combinación de las distintas cadencias rítmicas de cada uno de sus instrumentos. De la misma manera, un grupo se vuelve dulcemente armonioso cuando cada persona adopta el poder de acomodar las capacidades y especialidades de los demás; las entona con el propio ser, y luego se combina con la orquesta. La unidad se mantiene al concentrar energía para dirigir el pensamiento, al aceptar y apreciar el valor del conjunto de participantes y la contribución única que cada uno puede apuntar, y permanecer leal no sólo uno al otro sino también a la tarea. Este enfoque positivo construye gradualmente un “crescendo” a medida que se experimenta la unidad en la diversidad; y como la unidad inspira un compromiso personal más fuerte y un logro colectivo mayor, ¡se pueden crear tanto la danza como la música!

Causas de la falta de unidad

Una muestra de descortesía puede causar una ruptura en la unidad. Interrumpir a los demás, criticarlos de forma destructiva y prolongada, vigilarles o controlarles son acordes estridentes que golpean duramente los vínculos y las relaciones. El ego y la inferioridad producen sonidos disonantes. Esta disonancia puede escucharse fácilmente o de forma muy sutil, y se puede encontrar desde el dilatarse en las debilidades de los demás y en la sed de ser reconocido hasta en los celos, la inseguridad y las dudas. A veces, por detalles insignificantes, las personas se vuelven agresivas, se disgustan, se enojan o se ponen violentas; entonces se desintegran en pequeños grupos, provocando oposición y conflictos. Después se hace esencial volver a afinarse.

Una necesidad humana básica es el sentimiento de pertenencia, de formar parte de un todo unificado. La gente no quiere permanecer aislada, sin pensar en el mundo que los rodea. También es muy humano interesarse en otras personas y otras culturas así como tener un profundo sentimiento de compasión por el sufrimiento e injusticias que se infringen a los demás. Por tanto, forma parte del instinto humano el querer estar juntos y formar agrupaciones naturales o estructurar reuniones que proporcionen una plataforma común para hablar unos con otros. De esta forma, la gente aprende a conocerse, a comprenderse y a ayudarse mutuamente. Esto es válido tanto para los individuos como para las naciones. Consciente o inconscientemente, elegimos estar juntos para actuar juntos.

Hoy en día, nuestra curiosidad se satisface con la ayuda de la televisión y los medios de comunicación, porque nos traen a las personas y culturas de todo el mundo a la mismísima sala de estar de nuestra casa. Si esto no es suficiente para algunos, ¡viajar puede darnos experiencias directas! La humanidad puede enorgullecerse de sus virtudes y de su ingenuidad. Sin embargo, junto a todo lo bueno, la humanidad es igualmente culpable de sus vicios. Cuando se ven a los hermanos como “enemigos”, la energía vital se dirige de manera equivocada y el hogar de la unidad se estremece constantemente. Como resultado, la humanidad no ha podido sostener la unidad en contra de los enemigos comunes: las guerras civiles, los conflictos étnicos, la pobreza, el hambre y la violación de los derechos humanos..

El foco interno

Para crear unidad en el mundo hay que comenzar por cambiar la conciencia individual. Esto requiere que el intelecto humano se aleje del conflicto y la confusión —de manera progresiva durante un cierto lapso— para concentrarse en direcciones positivas. Tal foco interno no aísla al individuo, al contrario, hace lo opuesto: lo acerca a los demás, y en este acercamiento, en esa humanidad compartida, hay una fuerza colectiva para explorar y sostener una transformación fundamental y constructiva.


Extraido de "Valores para la vida"
Programa educativo internacional