28.9.06

Sportissiomo:Télévision Française: Aikido JuJitsu

Exhibición de Christian Tissier y Eric Pariset enel programa de la TV francesa Sportissiomo (1992).

27.9.06

El camino del tiro con arco

Por Paulo Coelho

LA IMPORTANCIA DE REPETIR LO MISMO. Una acción es un pensamiento que se manifiesta. Un pequeño gesto nos denuncia, de modo que tenemos que perfeccionar todo, pensar en los detalles, aprender la técnica de tal manera que se vuelva intuitiva. La intuición no tiene nada que ver con la rutina, sino con un estado espiritual que está más allá de la técnica. Así, tras mucho practicar, ya no tenemos que pensar en todos los movimientos necesarios, pues éstos pasan a formar parte de nuestra propia existencia. Pero para eso, hay que entrenar, repetir. Y por si no fuera suficiente, hay que repetir y entrenar.
Observa a un buen herrero trabajando el acero. Para un observador profano en la materia, está repitiendo los mismos martillazos. Pero quien conoce la importancia de la práctica, sabe que cada vez que levanta el martillo y lo hace descender, la intensidad del golpe es diferente. La mano repite el mismo gesto, pero a medida que se acerca al hierro, sabe si debe golpearlo con más dureza o más suavidad. Observa el molino.

Para quien ve sus aspas por primera vez, parecen girar con la misma velocidad, repitiendo siempre el mismo movimiento. Pero quien conoce los molinos sabe que están condicionados por el viento, y cambian de dirección siempre que es necesario. La mano del herrero fue educada tras haber repetido millares de veces el gesto de martillar.

Las aspas del molino son capaces de moverse con velocidad después de que el viento haya soplado mucho, y haya hecho así que se pulan sus engranajes. El arquero permite que muchas flechas pasen lejos de su objetivo, porque sabe que sólo aprenderá la importancia del arco, de la postura, de la cuerda y del blanco tras haber repetido sus gestos miles de veces, sin miedo a errar. Hasta que por fin llega el momento en que ya no hace falta pensar en lo que se está haciendo. A partir de ese momento, el arquero se convierte en su arco, su flecha y su blanco.
CÓMO OBSERVAR EL VUELO DE LA FLECHA. La flecha es la intención que se proyecta en el espacio. Una vez que ha sido disparada, ya no hay nada que el arquero pueda hacer, aparte de acompañar su recorrido en dirección al blanco. A partir de ese momento, la tensión necesaria para el tiro ya no tiene razón de ser. Por lo tanto, el arquero mantiene los ojos fijos en el vuelo de la flecha, pero su corazón reposa, y él sonríe.
En este momento, si ha entrenado lo suficiente, si ha conseguido desarrollar su instinto, si ha mantenido la elegancia y la concentración durante todo el proceso del disparo, sentirá la presencia del universo y verá que su acción fue justa y merecida. La técnica hace que las dos manos estén dispuestas, que la respiración sea precisa, que los ojos puedan estar fijos en el blanco. El instinto hace que el momento del disparo sea perfecto.

Quien pase cerca y vea al arquero de brazos abiertos, acompañando la flecha con la mirada, verá que está quieto. Pero los aliados saben que la mente de quien ha hecho el disparo ha cambiado de dimensión, está ahora en contacto con todo el universo: continúa trabajando, aprendiendo todo lo que aquel disparo trajo de positivo, corrigiendo los posibles errores, aceptando sus cualidades, esperando para ver cómo el blanco reacciona al ser alcanzado. Cuando el arquero estira la cuerda, puede ver el mundo entero dentro de su arco. Cuando acompaña el vuelo de la flecha, este mundo se le acerca, lo acaricia, y hace que tenga la sensación perfecta del deber cumplido. Un guerrero de la luz, después de cumplir con su deber y transformar su intención en gesto, no tiene nada que temer: ha hecho lo que debía. No se ha dejado paralizar por el miedo, y aunque la flecha no haya alcanzado el blanco, tendrá otra oportunidad, pues no ha sido cobarde.

14.9.06

Aikido Demostración 2

Aikido Demostración 1

3.9.06

::Estados de evolución en el Budo::

ESTADOS DE EVOLUCIÓN EN EL BUDÔ Por Michel Coquet y Carmelo Rios

(Extracto del libro Budô Secreto, Capítulo: SENSEI: MAESTRO)
Editorial Obelisco.

Existen cinco estados antes de alcanzar la perfección en la vía del Budo, perfección que está más allá de estos cinco estados. En la tradición secreta (Hi-Den) se hace mención, para definir las diferentes etapas de evolución espiritual, al simbolismo del stupa (gorín) japonés, constituido por cinco elementos y por cinco figuras geométricas cada una de ellas constituyendo un medio de identificación entre la forma y su esencia o entre el hombre y la Divinidad Universal. Este sistema está aún vigente en nuestros días para instruir a aquellos que se preparan para enseñar.

EL ESTUDIANTE
Hasta el primer dan, aquel que se entrena en un dojo no es más que un simple estudiante, un alumno aún poco integrado a la vida de grupo del dojo. Es durante este período que se elimina la mayor parte de los alumnos para los cuales el Budo no es la vía a seguir. Estos alumnos son probados y su carácter fortalecido. Es sobre ellos que recae la tarea de limpiar el tatami y el dojo. Durante el noviciado, su moralidad es sometida a numerosas pruebas. El instructor o sensei requiere de sus discípulos la igualdad de humor, el silencio, el coraje, la perseverancia, la amabilidad, la paciencia. Es una etapa de prueba durante la cual el cuerpo es domado y después moldeado. Se aprende a caminar, a equilibrarse, a respirar, hasta llegar a obtener una salud fuerte y dinámica. Hasta aquí, sólo las bases del arte escogido son enseñadas a través de la diversidad de las técnicas (waza). Como para todo debutante, la percepción (llamada sen) es lenta y basada únicamente sobre la percepción objetiva de los cinco sentidos, las defensas son realizadas con la fuerza muscular (chikara) y no tiene ninguna coordinación aún (Iki-Ai).

DISCÍPULO
Al segundo dan, el discípulo ya no es un novicio, puesto que voluntariamente ha aceptado las reglas de disciplina y la enseñanza, algunas veces severa, del sensei. Aquello que éste ordena será cumplido por su discípulo sin que una palabra de réplica salga de sus labios. Tal es la ley del Budo, ya que una confianza absoluta debe establecerse entre el sensei y su discípulo. El discípulo es elevado del estado bruto de la tierra hacia el elemento de la emoción, donde insistirá el sensei a fin de que sea firme ante el miedo, la agresividad, la crítica, la timidez y, en definitiva, ante los sentimientos perturbadores que asaltan al practicante durante los combates libres (ju-kumite y ju-randori).

Cuando ha llegado a purificar (o controlar) sus diferentes reacciones emocionales, el discípulo recibe una atención particular por parte del sensei. Su sentido del combate se agudiza y sus defensas, esquivas, t os, proyecciones, etcétera, son proporcionales a los ataques. Por otra parte, es capaz de hacerse uno con el adversario partiendo al mismo tiempo que él. En este grado y para desarrollar su poder dinámico (Kime) y su intuición, la práctica de la meditación (zazen) llega a ser indispensable.

DISCÍPULO ACEPTADO
Al tercer dan, el discípulo es reconocido y cualificado para que un día pueda llegar a ser instructor. Al llegar a este grado se convierte en discípulo aceptado por el sensei y le son confiadas instrucciones personales. Algunas veces trabaja con el sensei para demostrar a los otros alumnos ciertos principios técnicos. Puede también supervisar el entrenamiento de los estudiantes menos avanzados. Se beneficia de ciertos privilegios debidos exclusivamente a su perseverancia y a sus cualidades morales. En las enseñanzas del antiguo Budo está escrito que el tercer dan no es adquirido sino a través de diez largos años de dura labor. Antiguamente, un discípulo debía tener un dominio perfecto de su mente (el elemento fuego) durante la acción.

RENSHI
Este titulo comprende tres grados: cuarto, quinto y sexto dan. Renshi (literalmente, instructor) es una etapa capital, puesto que a partir de este momento el practicante está autorizado a tener su propio dojo. Antes de haber adquirido el grado de Renshi en una disciplina, un profesor es incompetente y peligroso. Es también a partir de este grado cuando una enseñanza le es conferida por el sensei, concerniente a los puntos vitales y la estructura nerviosa del cuerpo humano.

RENSHI 4º DAN
El grado de Renshi hace de un buen practicante un experto. Es aquí donde desgraciadamente (frecuentemente ocurre en Occidente), por interés o por orgullo, muchos se hacen pasar por maestros, sea porque hayan adquirido algunos títulos en campeonatos, sea porque enseñan en regiones poco informadas sobre el verdadero Budo. Algunos Renshi se inclinan hacia la enseñanza y otros hacia la competición. Sin embargo, tanto los unos como los otros deben entrenarse sobre otros niveles de conciencia y desarrollar en ellos KOKORO, un estado de espíritu cercano a la Facilidad, donde toda acción es percibido en la unidad de la esencia universal. Es a partir de este grado y únicamente si son dignos que les pueden ser desvelados en profundidad ciertos ritos o técnicas espirituales (himitsu) en vistas a una integración más profunda entre el alma y la personalidad. Sin este esfuerzo de integración la personalidad puede degenerar por el deseo de poder, lo que ha ocurrido con numerosos expertos japoneses que han llegado a Europa.

RENSHI 5º DAN
Tal experto posee (o debería poseer) el dominio de su personalidad constituida por un cuerpo físico, por un cuerpo emocional y por un cuerpo mental. Cuando esta triplicidad es purificada y alineada, una fusión puede ser realizada con los planos de conciencia espirituales, a fin de acceder a este estado que los japoneses llaman Iro-kokoro. Alcanzando este objetivo, el Renshi percibe el fin verdadero de su vida y el plan subyacente en la vida universal. Su voluntad propia es entonces reemplazada por la voluntad divina, en donde la sabiduría universal ordena y dirige, por la Ley y el Verbo, la creación entera. Esta entrada en la corriente ascensional le permite experimentar ciertas experiencias espirituales como aquellas realizadas por el Maestro Morihei Ueshiba, que le revelaron la vía del Aikido.

RENSHI 6º DAN
Hay muy poco que decir sobre este grado, sino que éste mejora sin cesar el dominio del arte por el dominio de sí mismo, y muy numerosos son aquellos que en Europa deberían sentir vergüenza de semejante impostura.

KYOSHI
Este título es concedido a los séptimos y octavos danes. No es ni técnico ni honorífico, sino que corresponde a un grado de perfección interior. Raros son aquellos que alcanzan estos grados y solamente un auténtico Maestro puede discernirlos, es decir, un Maestro con visión interior que ha sobrepasado el mundo de las apariencias y ha pasado por todas las etapas anteriores.

En el estado de kyoshi no existe ningún espíritu de venganza, de lucha, de codicia, de crítica, de agresividad, de mentira, de pereza ni de debilidad. El buen grano, por innumerables sufrimientos y duros esfuerzos, es separado de la cizaña. Tal personaje no es utopista, idealista o extremista, al contrario, es profundamente realista, percibe los conflictos humanos y ha decidido remediarlos. Aunque aún está muy lejos de ser un sabio, el Kyoshi ha cavado un abismo entre él y el mortal común. Tales seres existen y aportan amor, conocimiento y luz a la Humanidad. Un plano de experiencia interior. Es por lo que un kyoshi no hablará jamás sobre él mismo y no hará jamás ostentación de su maestría o de sus títulos, si los tiene, ya que numerosos son los que llegados a este grado, han desdeñado los danes, demostrando así su verdadera identidad espiritual.

SHIHAN
Shihan es un titulo honorífico dado a los Maestros por sus alumnos en señal de respeto, ya que jamás un verdadero Maestro se atrevería a tal honor. El shihan no puede ser etiquetado. Algunas veces silencioso, otras ruidoso, dulce hoy, duro mañana, se adapta con justicia a todas las circunstancias y trata en perfecta armonía con toda manifestación viviente. El shihan puede ser comparado al gurú hindú, al cual los discípulos han confiado sus vidas sin condición. El shihan, siendo un hombre-divino, se acerca al estado puro de la divinidad. Su conocimiento no es intelectual, sino que radia de su yo espiritual superior. El shihan domina la vida temporal por lo espiritual, así es dado a estos seres conocer los pensamientos de otros, curar por imposición o por oración y dominar todo obstáculo destructor.

El Maestro al cual nos estamos refiriendo no es ya humano sino divino. Es aquel que la tradición Oriental llama un Maestro de Sabiduría o Boddhisatva. Tales seres nos son bien conocidos a lo largo de la Historia: Confucio, Sankharacharya, Apolonio de Tiana, Platón, Pitágoras, Nagarjuna, Kukai, Buddha, Krishna, Jesús...

No amar el magisterio ni la materia de los mortales, y aparentar ignorancia siendo iluminado, éste es el secreto de toda maravilla.

Lao T´sé

El Maestro sólo es maestro porque, olvidándose de sí mismo, ha transmitido su saber a sus alumnos, y a través de ellos a todos los que vendrán más tarde. El discípulo sólo es discípulo porque se entrega totalmente a su maestro.

Morihei Ueshiba